Hay veces en las que ser peregrino tiene sus ventajas. Como en algún oasis de Francia donde hasta el descanso del peregrino estaba bien organizado y con unos servicios exquisitos. Sobre todo la sensación de poder refrescar cuerpo y alma en una piscina de agua fría tras un largo día de calor. Y todo incluido en el precio del “albergue del peregrino”.
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