Cumplida la primera jornada y dispuesto a dejarme embriagar por el más merecido descanso. Y antes de dedicarme por completo a mi almohada (que no es mía sino prestada), prefiero terminar el día compartiendo las primeras impresiones.
Equipaje: Después del primer día, me di cuenta que llevaba demasiado equipaje. Distribuidos entre varias maletas son unos 20 kilos y una vez en ruta descubro que no voy a necesitar ni la mitad de las cosas que llevo.
Orientación: Primera incursión en el mundo GPS móvil aprovechando que todavía estoy en el territorio de cobertura de mi servidor de móvil. La verdad es que funciona muy bien. Googlemaps es un gran apoyo cuando estás perdido. Con lo cual me asalta la duda de… ¿Cómo me voy a orientar mañana? A partir de la frontera, las tarifas son demasiado caras y lo voy a desactivar el tráfico de datos al móvil… ergo, no hay mapas interactivos actualizados ni rutas de navegación. Así que tendré que volver a la antigua usanza y orientarme por las estrellas. Para seguir el Camino de Santiago, dicen los antiguos que sólo hay que seguir la Vía Láctea… Siempre en el improbable caso que el cielo esté despejado y se dejen ver por lo menos un par de astros.
¿Turismo? Hacer turismo durante una ruta tan larga en bicicleta es una cosa que hay que meditar seriamente antes de emprender cualquier acción. Casi llegando a Aquisgrán, siempre recuerdo haber visto en la ruta un anuncio con “Stolberg – Ciudad histórica”.
Seducido por la tentación de ver en realidad lo que tantas veces había visto anunciado, decidí dar un pequeño rodeo antes de llegar a Aquisgrán y pasar por Stolberg. El problema es que Stolberg se encuentra en un alto. Nada comparado con los que suben en el Tour de Francia, pero mucho para un aprendiz de ciclista después de 70 km de travesía. Las varias colinas que hay antes de entrar a Aquisgrán se convirtieron en muchas… con el consiguiente desgaste físico y moral antes de llegar a la meta. Y al final de la ciudad histórica no vi nada.
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